Huayna Cápac, padre de Atahualpa y Huáscar murió en torno a 1525 sin dejar nombrado a un
sucesor, lo cual dio lugar a la sangrienta guerra civil incaica por la sucesión
entre Atahualpa y su hermano Huáscar, por lo cual Atahualpa quedo al mando del ejército incaico
del Norte y a cargo del gobierno de esa región, que estaba subyugada al imperio
incaico a diferencia de su hermanastro Huáscar
que se coronó inca en el Cuzco y tras una larga campaña , Atahualpa logró
vencer a Huáscar cerca del Cuzco.
En 1532, informado de la presencia de los españoles en el
norte del Perú, Atahualpa intentó sin éxito pactar una tregua con su
hermanastro. Huáscar salió al encuentro del ejército quiteño, pero fue vencido
en la batalla de Quipaypán y apresado en las orillas del río Apurímac cuando se
retiraba hacia Cuzco. Posteriormente, Atahualpa ordenó asesinar a buena parte
de los familiares y demás personas de confianza de su enemigo y trasladar al
prisionero a su residencia, en la ciudad de Cajamarca.
En ese momento, el emperador inca recibió la noticia de que
se aproximaba un reducido grupo de españoles, al mando de Hernando de Soto, lo
sorprendió en estas circunstancias y accedió a concurrir a una entrevista con
Pizarro en la plaza de Cajamarca, La entrevista era un ardid tramado por
Pizarro para apresar al Inca. En efecto, cuando Atahualpa llegó a la plaza al
frente de su ejército desarmado y con la intención de negociar con Pizarro de
acuerdo con la lógica bélica inca, fue atacado por sorpresa.
Atahualpa ofreció
pagar un enorme rescate a cambio de su libertad y Pizarro aceptó su oferta.
Pero los españoles temieron un ataque indígena y decidieron deshacerse de
Atahualpa. Tras recibir el rescate lo acusaron de traición, de conspiración
contra la corona española, y de asesinar a Huáscar. Lo sometieron a juicio, lo
sentenciaron a muerte y lo ejecutaron por estrangulamiento.
La derrota y muerte de Atahualpa y el rencor de
los cuzqueños hacia el Inca ejecutado permitieron que los españoles ingresaran
a la ciudad sin oposición. Incluso, fueron recibidos por Manco II, quien se
convirtió en Sapa Inca con el beneplácito de los recién llegados. La débil
resistencia al mando del general Quisquis no pudo impedir el ascenso de Manco
II ni la consolidación de la presencia española en la región
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